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miércoles, 30 de mayo de 2018

Luego echas cuentas

Alfredo Landa dixit


Luego echas cuentas. ¿Echamos cuentas? Veinte millones de espectadores ha perdido el cine español en el último año, no me lo invento. Te dicen que si las descargas de Internet, que si el top manta. Hombre, eso influye, claro que influye, un montón. Pero no todo el mundo tiene Internet, ¿eh?

Es muy fácil echarle la culpa al empedrado.

Para que entiendas por qué he perdido la ilusión te voy a contar cómo funciona el cine español. Aquí lo dice, en el periódico de hoy: «El beneficio industrial para el productor de una película es de un 15 por ciento declarado, con independencia de que llegue o no llegue a estrenarse en salas comerciales o de lo que recaude en ellas». Ésa es la madre del cordero, lo de la independencia. Tiene huevos lo de la independencia. En plata: que les da igual la película, porque el negocio ya lo han hecho. Cualquiera puede ser productor
hoy día. Una película española digamos media cuesta alrededor de un millón y medio de euros. Luego, claro, están las que superan eso. El orfanato creo que costó cuatro y medio, y si va al mercado internacional ni te digo: Los otros se puso en diecisiete o dieciocho. Pero hablemos de las «normales». Tú presentas tu proyecto a una comisión. Con un poco de suerte y algún que otro contacto, lo más seguro es que te lo aprueben. Luego te vas al ICAA* y sabes que te puede caer una subvención que te cubre el 33 por ciento del presupuesto a condición de que recuperes en taquilla trescientos mil euros, unos cincuenta millones de pesetas. Esto vale tanto para una superproducción como para una película medianeja. No tiene sentido,
pero es así. Naturalmente, hinchas la burra todo lo que puedes. Tantos exteriores, una carrera de coches, tres helicópteros, ese actor que arrasa porque está en una serie y que luego, claro, no hará la película porque sigue estando en la serie, en fin, metes en el plan todas las locuras que se te ocurran.


Luego vas a las cadenas de televisión, de las que te pueden caer cuatrocientos mil euros, pongamos. Ahora los productores son ellos, sin las cadenas no puedes hacer nada, porque están obligadas por narices a meter el 5 por ciento de su facturación en un fondo de ayuda al cine español. Muy santo y muy bueno, pero esto no quiere decir que luego emitan las películas, porque saben que no las va a ver ni Cristo bendito, o sea que su interés en el asunto es nulo o tirando a nulo. Si la película sale mala, qué se le va a hacer. Y si sale buena la echan a las tantísimas, porque salgan como salgan no creen en ellas, prefieren poner Escenas de matrimonio o cosas de esas en las que grita todo quisque.

¡Si a mí me han llegado a decir que prefieren emitir lo de Teletienda, que tiene más audiencia! Cualquier cosa tiene más audiencia que una película española. Meten el dinero ahí porque les obliga la ley, como lo meterían en una fábrica de chorizos, con la diferencia de que con lo de los chorizos pueden perder. Al principio, las cadenas producían directamente películas basadas en series suyas, pero acabaron comiéndoselas entre pan. Lo que sí empiezan a hacer ahora es concentrar ese presupuesto en una película grande, como Alatriste, en vez de diversificarlo, que tampoco es mala idea, mejor una cosa potente que veinte cositas.

Bueno, pues supongamos que has conseguido dinero de las cadenas, y de los distribuidores, de los que con suerte puedes sacar unos trescientos mil más. Cuando han aprobado tu proyecto y has levantado la producción, te dan el cartón de rodaje. Vas al ICO, presentas tus cuentas del Gran Capitán y te dan un crédito a un interés bajísimo. Si normalmente es del 15 por ciento, allí lo consigues por un 2 por ciento. Ruedas la película y estrenas. Estamos en las mismas, tampoco hay que ser un lince para darse cuenta de
que la mayor parte de las películas españolas no duran ni dos semanas en cartel. Razones, las que quieras. Que si los exhibidores prefieren el cine americano y le dan al cine español las peores fechas y muy pocas salas, que si los productores no las promocionan...
O simplemente que el público no va porque no le interesa un pijo lo que le cuentan. Tú te preguntarás: ¿cómo llegas a recaudar en dos semanas esos trescientos mil euros de taquilla para recuperar el 33 por ciento del presupuesto? Pues es muy fácil, aunque haya gente que no se lo crea: comprando las entradas.
Que sí, hombre, que sí, que la mitad de los productores las compran. La tira de entradas compran. Hombre, evidentemente no van al Capitol y le dicen a la taquillera: «Póngame una ristra que aquí traigo diez millones».
Tienen sus canales, sus contactos con los exhibidores.

En España hay cinco mil cines, que a este paso pronto se quedarán en la mitad o menos, y se organiza un red de compra de butacas, en Oviedo, en Carcagente y en Villanueva de la Jurisdicción, qué sé yo. Hacerse, no sé exactamente cómo se hace, pero vaya, ellos mismos me lo han contado, es práctica habitualísima. Un negocio redondo. Y lo acojonante es que ni aun así despega el sector. Las televisiones, con lo del 5 por ciento, invirtieron el año pasado ochocientos millones para reactivar el cine español. ¿Cómo se explica entonces que no despegue, que no se capitalicen las empresas productoras? Es que no se explica.

Todo esto que te cuento antes no existía. Para mí, todo empezó a fastidiarse con la famosa Ley Miró. Creó unas comisiones que repartían los cartones de rodaje entre sus amigos. Y los productores de la vieja escuela, que eran los que hacían más películas, se quedaron fuera del reparto. Ya, ya, ya sé lo que me vas a decir. Que antes tampoco era gloria bendita. Claro que no, no me chupo yo el dedo. Llevo la tira en esta profesión, y picaresca y mangantes ha habido siempre, y hecha la ley hecha la trampa. Existían las subvenciones oficiales y quien más piaba más sacaba, y se rodaba más cine español, pero se hacían películas de chichinabo para conseguir licencias de importación y de doblaje, lo que quieras, y todos las
hemos hecho porque había que comer. Pero también había unos señores, individuos, no colectivos,
a los que les gustaba el cine y se jugaban el dinero. Estaban los que producían mierda, de acuerdo, y cinco, diez, quince personas que creían en sus productos y arriesgaban y los apoyaban porque querían hacer las cosas bien. Las promocionaban con toda su alma. Si la película funcionaba, ganaban; si no, perdían la camisa. Ése era el juego. Ahora todo eso da igual. Hoy día no se hace una película que pueda perder, pongamos, ni un 10 por ciento. Ya no existe gente como Emiliano Piedra. O como Alfredo Matas, que era productor, distribuidor y exhibidor. Antes una película tenía más vida. Se podía amortizar porque pasaba de estreno a reestreno, luego a reestreno preferente, luego a programa doble... Ahora la mayoría van directamente a las estanterías de los videoclubes o como se llamen ahora. Ya sé que todo eso ha muerto porque las cosas cambian y no hay tu tía, pero hay algunas cosas que podrían, creo yo, encauzarse.

En Francia, por lo que yo sé, es distinto. Es un gran modelo que no se ha estudiado lo bastante. El cine francés es de los más protegidos de Europa, pero en el buen sentido: han logrado crear grandes éxitos de consumo propio, que rara vez llegan aquí, por cierto, aunque eso les importa un pimiento mientras cubran su mercado. Los franceses van a ver cine americano, desde luego, pero muchísimo cine francés, porque su industria ha sabido crear un star system. Aquí llega el amigo Harry Potter y copa quinientas salas. Tal como están las cosas, contra eso es imposible competir. Pero allí tienen una ley cojonuda, amigo, que les dice a los exhibidores: subtitulen ustedes una serie de copias y si quieren hacer más en versión doblada para que vaya más gente, o sea, compitiendo directamente con el cine francés, tienen que dar un dinero que va a parar al fondo de protección. Aquí ya veríamos cómo se tomaban eso los exhibidores, que ahora dicen que prefieren programar cine europeo antes que español para cubrir la cuota, pero para eso digo yo que está el Ministerio de Cultura, para dictar leyes y hacer que se cumplan, ¿no?

Pues eso es lo que pasa con el cine español, y ya te digo que me lo veo todo, y si hay una película buena, interesante, bien hecha, entre cincuenta que son más malas que la carne de pescuezo, la has de buscar con lupa. No me hacen gracia las pretendidamente cómicas ni me emocionan las serias. Quizá sea problema mío, lo reconozco. Tú eres más optimista que yo.

Alfredo el Grande (Memorias de Alfredo Landa)